No hay sapos en Nueva York.
He comido mofongo en el barrio dominicano. Gloria. Caminar por las calles fue como visitar el Paseo de Diego por par de horas. Algo es algo. Para completar el día, el conductor de la guagua resultó ser niuyorican con esposa salvadoreña y no sé qué lío en corte por inmigración. Ah, la experiencia niuyorquina.
Hoy visité a Hamilton. La verdad que me imaginaba su tumba menos ostentosa. Bueno, si nos ponemos técnicos, mayor verdad es que esperaba encontrarme a Michael Cera vestido de Hamilton y con zapatos Converse® caminando por el cementerio. Tiene una que acostumbrarse a lo kitsch del siglo dieciocho. El cementerio, el cual he esperado todo el semestre por ver, es muy acogedor a no ser por la manifestación al cruzar la calle con pleneros y altoparlantes y, claro, estar a metros de Wall Street. Las ciudades engañan.
Entre otras cosas, he descubierto televisión por Internet. Ahora, no creo que sea capaz de terminar los estudios graduados.
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