Seré maniqueísta; me parece que el programa cumple el mismo propósito que la filas largas en los parques de atracción: aglutinar a la gente, estancarlas en un charco de su agrado (digamos su sofá o cama con comida a la mano) para que no anden dispersas por ahí. No digo que la televisión sea la "cajita del diablo", pero ¡es que no hay nada mejor que un grupo de chamaquitos confundidos creyendo que saben cantar! Dan lástima los pobres. Aún de pasada se notaban sus caras ingenuas y esperanzadas, mientras escuchaban los elogios (si se le pueden llamar así) disparatados de tres o cuatro individuos con microfónos del tamaño de su cerebro.
Y bien, ¿será eso lo que somos todos? No me decido si nos reflejamos o le imitamos... Esperar en fila dos horas por una atracción de dos minutos, ¿no es acaso lo más ordinario? ¿Vemos a los concursantes confundidos (que también hicieron su fila ridícula para la audición) por la misma razón que cantamos en la bañera? Par de meses, miles de anuncios y algunos millones de dólares más tarde gana aquél; sonríe, pero no me decido si lo hace por alivio o alegría genuina. ¿Habrá visto los hilos que le sostenían?