viernes, 27 de junio de 2008

Tasa de cambio

Verano. El rey Luis XVI fue reconocido y detenido en Varennes intentando huir del país la noche del solsticio de verano. Un viaje clandestino en dos carrozas y con escoltas vestidos de amarillo durante la noche más corta del año no es muy sabio. Antes de irse, convencido de que lograría cruzar la frontera hasta llegar a la Austria de María Antonieta para luego regresar con la armada de su cuñado y terminar la revolución, dejó una carta traicionando al “pueblo francés”, el cual, hasta el momento, pensaba dejarlo al poder (i.e. compartido). Tal traición (y varias subsiguientes), conste no su reinado, le llevó a ser guillotinado.
Cómo Luis casi se reinstituye en el poder, sólo delatado por su imprudencia importa poco hoy; se celebra la Fete de la musique. Siglos más tarde, Denise I descubre que no se puede viajar en el metro de París pasada la medianoche, muchos menos durante la noche del solsticio. Digamos que ahora sé que caminar de un lado a otro del Louvre y sus jardines toma media hora cuando se cojea.
¿Qué contar? … París es feo. O bien, sólo en raras ocasiones me parece fotogénico. No obstante, agrada. Tal vez, se verá mejor luego del verano cuando nos vayamos todos los turistas. Seré engreída; mi barrio apesta. Sólo hay turistas, barras, hoteles y un parque en las sínsoras. Napoleón nunca vio el arco terminado.
56 rue de Passy. Han comenzado las clases. El profesor de arquitectura no quiere ensayos porque “en pasadas ocasiones (en la Sorbona) los estudiantes americanos le han entregado copias de artículos de Wikipedia y Google”. No creo poder ejemplificar mejor la idea de una esencia cultural de la cual, tiens! tiens!, soy parte. En etnografía, la profesora quiere que “usemos nuestros contactos en París para realizar trabajo de campo en los suburbios”. Pongamos esto de ir a los suburbios en perspectiva: nunca he tomado ninguna línea del metro de un lado a otro y contactos parisinos, ni en Facebook.
Demás impresiones y vida práctica. No hay lavanderías en mi vecindario. En revanche, hay tres Starbucks y dos McDonalds; no sé si tienen lavadoras. El pocillo promedio cuesta tres dólares. El sándwich, cinco. Cuatro yogures, uno y pico. La tasa de cambio es $1.63, luego del impuesto del banco. La moda femenina son sandalias de soldado romano.
Lo bueno. Los parques pequeños. En lugar de rancheras y gospel, se toca el acordeón y el violín en el metro. Tampoco se puede pedir mejor clima.